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distritos. Si en una carta ponla distrito 28, la tenías que meter por el agujero n.°
28. Era sencillo.
Un negro enorme levantó la cabeza bruscamente y empezó a estirar los brazos para
mantenerse despierto. Se tambaleaba hacia el suelo.
-¡Maldita sea! ¡No puedo aguantarlo! -decía.
Y eso que era un bruto enorme y rebosante de fuerza. Usar los mismos músculos
una y otra vez era de lo más agotador. Me dolía todo. Y al final del pasillo habla un
supervisor, otra Roca, con aquel aspecto en su cara... debían practicarlo delante del
espejo, todos los supervisores tenían aquel aspecto en sus caras, te miraban como
si fueras una plasta de mierda humana. Sin embargo hablan entrado allí por la
misma puerta. Hablan sido antes empleados o carteros. Yo no podía entenderlo. Se
habían transformado en lomillos.
Tenías que estar continuamente con un pie en el suelo. El otro lo podías poner en la
barra de descanso. Lo que llamaban barra de descanso era un pequeño
almohadoncillo redondo fijado sobre un zanco. No se permitía hablar. Habla dos
pausas de lo minutos en 8 horas. Apuntaban la hora en que te ibas y la hora en que
volvías. Si te estabas fuera 12 ó 13 minutos, te echaban la bronca.
Pero el sueldo era mejor que en el almacén de arte, así que pensé: Bueno, ya me
acostumbraré.
Jamás conseguí acostumbrarme.
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Entonces el supervisor nos llevó a otro corredor. Habíamos estado allí diez horas.
-Antes de empezar -dijo el jefe-, quiero decirles algo. Cada una de estas cestas de
correo debe ser despachada en 23 minutos, es el horario de producción. Ahora, sólo
pan divertimos, vamos a ver si podemos lograr el horario de producción. ¡Venga,
uno, dos y tres... ADELANTE!
¿Qué diablos es esto?, pensé. Estoy cansado.
Cada cesta tenla más de medio metro de longitud, y guardaban diferentes
cantidades de cartas. Algunas tenían dos n tres veces más correo que otras,
dependiendo además del tamaño de las cartas.
Las manos empezaron a volar. Miedo al fracaso.
Yo me tomé mi tiempo. '
--!Cuando acaben con una cesta, cojan otral
Realmente se esforzaban, luego de un salto cogían otra cesta.
El super vino detrás mío:
-Bueno -dijo señalándome-, este hombre sí que caté haciendo producción. ¡Ya va
por la mitad de su segunda cesta!
Era mi primera cesta. No sabía si estaba tratando de burlarse de mí o no, pero
dado que iba tan adelantado, me demoré un poco más.
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A las 3:30 de la madrugada finalizaron mis doce horas. A los auxiliares no se les
pagaban las horas extras,
te pagaban horario standard y se te consideraba como empleado suplente
temporal.
Puse el despertador para llegar al almacén de arte a las 8 de la mañana.
-¿Qué te pasó, Hank? Pensamos que habías tenido quizá un accidente de coche. Te
estuvimos esperando todo el día.
-Me despido.
-¿Que te despides?
-Si, no se le puede culpar a un hombre por querer prosperar.
Entré en la oficina y recogi mi cheque. Estaba de vuelta en la Oficina de Correos.
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Mientras tanto, Joyce seguía allí, y sus geranios, y un par de millones si conseguia
aguantar lo suficiente. A Joyce, a las moscas y a los geranios. Trabajaba en el turno
de noche, 12 horas, y ella me exprimía por las mañanas. Yo estaba dormido y me
despertaba con esta mano dándome meneo. Entonces lo tenia que hacer. La pobre
estaba loca.
Entonces llegué una mañana y ella me dijo:
-Hank, no te enfades.,
Yo estaba demasiado cansado para enfadarme.
-¿Qué pasa, nena?
-He comprado un perro. Un cachorrito precioso.
-Bueno, .eso está bien. No hay nada malo en un perro. ¿Dónde está?
-Está en la cocina. Le he puesto de nombre .Picasso..
Entré y miré al perro. No podía ver. El pelo le cubría
los ojos. Lo observé mientras andaba. Luego lo cogí y le miré a los ojos. ¡Pobre
Picasso!
-¿Nena, sabes lo que has ido a hacer?
-¿No te gusta?
-No he dicho que no me guste. Pero es un subnor. mal. Tiene un coeficiente de
inteligencia de menos de 12. Has ido a comprar un perro idiota.
-¿Cómo lo puedes saber?
-Sólo con mirarle.
Entonces Picasso comenzó a mearse. Picasso estaba repleto de orines. Corrió en
largos y amarillos riachuelos por el suelo de la cocina. Entonces acabó y se puso a
mirarlo.
Lo agarré.
-Límpialo.
Así que Picasso era un problema más.
Me desperté después de una noche de 12 horas con Joyce bandoneándome bajo los
geranios y pregunté:
-¿Dónde está Picasso?
-¡Oh a la mierda Picasso! -dijo ella.
Salí de la cama, desnudo, con esta cosa enorme delante mío.
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