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todo el río hasta Novgorod.
Justin le había hablado de eso, y entonces Grant recordó la parte de Novgorod, porque
eso era lo que le llamaba la atención. El y Justin, hablando sobre llevar un bote a lo lejos
un día, con sólo ponerlo sobre la corriente, río abajo.
Timoneó con furia alrededor de un tronco que flotaba con una rama en alto.
Todo un árbol, ése. Vio la masa de podredumbre que seguía como una pared de
arbustos enredados junto al bote y volvió a girar, desesperado.
Dios, si uno de esos se acercara flotando de costado y la proa se enganchara...
Siguió adelante.
Y la luz siguió detrás de él hasta que vio las otras luces, esas que le había prometido
Justin, brillando a la derecha, sobre la oscuridad... Emboscada, pensó un instante
después de haberlas visto, porque ahora todo era una trampa, todo era un truco del
enemigo.
Pero estaban demasiado arriba, eran demasiadas: luces que brillaban detrás de la
pantalla de espíritus llorones y árboles de papel, luces que quedaban demasiado alejadas
para estar en el río, luces rojas sobre las colinas, como aviso para los aviones de los
obstáculos de las torres de los precipicios.
Luego se le aflojaron las rodillas y le empezaron a temblar los brazos. La luz que
estaba detrás había desaparecido cuando volvió a mirar; y por primera vez pensó en
ponerse la nota de Justin en el bolsillo y tomar el papel que había debajo en caso de que
alguien devolviera el bote a Reseune.
Miró alrededor, buscando un muelle, y se asustó cuando la luz le mostró una pared
baja y oxidada sobre la orilla, y otra, más adelante.
Barcazas, pensó de pronto. Kruger era un establecimiento minero. Había barcazas,
aunque no tan grandes como las que venían del norte; pero todo el lugar era un puerto y
había un embarcadero para los botes pequeños, una escalera que llevaba de un muelle
bajo hacia uno alto, lo cual significaba que ya no estaba en zona deshabitada y podía
hablar por radio. Pero no lo hizo. No creía que fuera prudente usar la radio, porque Justin
no le había dicho nada al respecto, y de todos modos no estaba seguro de saber cómo
funcionaba. Así que se limitó a hacer sonar la bocina, una y otra vez, hasta que alguien
encendió las luces del puerto y la gente se acercó a ver lo que les había llegado por el río.
V
Tienes una llamada dijo el Cuidador y Justin se despertó del sueño en que había
caído sin darse cuenta, acostado toda la noche en el sillón de la sala; el sonido hizo que
se apoyara en el codo y el brazo y luego, mientras el Cuidador conectaba y atendía la
llamada, sobre sus pies.
Estoy aquí dijo en voz alta al Cuidador, y oyó que éste repetía al teléfono:
Justin está aquí. Un momento, por favor.
Justin se pasó la mano por la cara áspera por la poca barba que tenía, y por los ojos
que se negaban a abrirse.
Estoy aquí dijo con el corazón en un puño. Esperaba malas noticias.
Buenos días saludó . Lamento molestarte a estas horas, Justin, pero ¿dónde
está Grant?
No lo sé respondió. Hora. ¿Qué hora es? Se frotó los ojos y trató de enfocar los
desvaídos números del reloj en la consola de la pared. Cinco de la mañana. Tiene que
estar con Kruger ahora. Tiene que haber llegado . ¿Por qué? ¿No está contigo? Miró
más allá del arco, donde las luces todavía estaban encendidas, donde la cama de Grant
aparecía intacta, prueba palpable de que todo era cierto, Grant se había marchado, todo
lo que recordaba había pasado.
No puede ser que lo hayamos logrado.
Justin, quiero hablar contigo en cuanto llegues hoy.
Sí. La voz se le quebraba. Había llegado la hora. Estaba temblando.
A las 0800. Cuando entres. En el laboratorio del Ala Uno.
Sí, sera.
El contacto se cerró. Justin se frotó la cara y cerró los ojos con fuerza, la mandíbula
tensa. Sentía que iba a vomitar.
Pensó en llamar a su padre. O en ir a verlo.
Pero Ari le había dado tiempo de hacerlo, mucho tiempo; tal vez era lo que ella
pretendía, o tal vez Ari estaba tratando de que él pensara que eso era lo que ella
pretendía para que no lo hiciera. Tratar de ser mejor que ella era como intentar ganar a su
padre.
Y él estaba tratando de hacer las dos cosas.
Se hizo el desayuno con tostadas y zumo; fue todo lo que logró meter en un estómago
inapetente. Se duchó y se vistió y empezó a dar vueltas por la habitación, demorándose
en cada detalle porque tenía mucho tiempo, demasiado tiempo hasta el momento preciso.
Era deliberado. Él lo sabía. Ella siempre actuaba por una razón determinada.
Grant tal vez estaba en manos de la policía.
Tal vez estaba en Reseune.
Tal vez estaba muerto.
Ari pensaba golpearlo, hacerlo reaccionar y grabarlo todo en una cinta. Se preparó para
cualquier ataque de Ari, hasta lo peor; se preparó para decir, si es que tenía que decir
algo:
No sé, se marchó. Supuse que iba a verla a usted. ¿Cómo iba yo a imaginarme?
Nunca había hecho algo como esto.
A las 0745, dejó el apartamento y tomó el ascensor hacia el vestíbulo principal; pasó la
seguridad del Ala Uno, se dirigió a su propia oficina, abrió la puerta, encendió la luz. Igual
que siempre.
Fue hasta el pasillo donde Jane Strassen ya estaba en su oficina, y le dio los buenos
días. Dobló la esquina y tomó las escaleras hacia la sección de laboratorios al final del
edificio.
Usó su tarjeta en la cerradura de seguridad de las puertas blancas y entró en el pasillo
de pequeñas oficinas, todas cerradas. Más allá, una entrada de puerta doble conducía al
sucio laboratorio del Ala Uno, donde reinaba el olor a alcohol, el frío y la humedad.
Recordó sus días de estudiante en ese lugar. Las luces estaban encendidas. La
habitación de frío a la izquierda tenía las puertas bien abiertas y una gran claridad salía
desde el interior.
Él dejó las puertas exteriores y oyó voces. Florian salió por la puerta del laboratorio.
No era extraño que un estudiante estuviera allí, ni que los técnicos entraran y salieran:
el Laboratorio Uno era viejo, estaba muy superado por las instalaciones del Edificio B,
pero todavía era útil. Los investigadores lo usaban y lo preferían a la larga caminata de
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